Cómo voy a hablar de joyas en la sección de bienestar
Quizás una joya tenga que ver con eso: con la necesidad de mirar. Las que me interesan de verdad son las vividas
Quizás una joya tenga que ver con eso: con la necesidad de mirar. Las que me interesan de verdad son las vividas
Tuve una preamiga que se llamaba Joya. Se pronunciaba “yoia”, era de California. Teníamos veintipocos y quedábamos, de vez en cuando, para hablar inglés y español y, de paso, para tantear si queríamos ser amigas de verdad. Un día, mientras merendábamos, supimos que había muerto Audrey Hepburn.
Yo me quedé compungida y ella siguió sorbiendo su café, como si nada. La amistad no llegó a cuajar: con esos mimbres no podría hacerlo. Sin embargo, a veces, la recuerdo porque la memoria tiene sus planes y no siempre coinciden con los nuestros.
Ahora me acuerdo de ella, de manera literal, porque me piden que escriba sobre joyas. Qué loca es, también, la imaginación, que en vez de mostrarme la tiara Ansorena o el Trinity de Cartier me lleva a esa tarde de invierno con Joya.